Hasan Elahi

http://trackingtransience.com/

Durante la campaña presidencial de 2016, Donald Trump hizo un llamamiento a la comunidad musulmana estadounidense para que informara de actividades sospechosas entre sus miembros. A Hasan Elahi no le cogió desprevenido: había empezado a hacerlo mucho antes; de hecho, desde el 2002 ya había empezado a reportar al FBI ¡sobre sí mismo!

Un aviso erróneo a las autoridades policiales tras el 11-S hizo que Hasan Elahi fuese sometido a una intensa investigación por parte del FBI. Tras meses de interrogatorios, fue declarado libre de toda sospecha. En lugar de resistirse, sobrepasó cualquier expectativa acumulando y publicando decenas de miles de imágenes y datos que permitían un completo seguimiento de sus movimientos, comidas y desplazamientos. Lo que comenzó como una solución pragmática evolucionó hasta convertirse en un elaborado proyecto artístico, Tracking Transience.

Elahi hizo públicos prácticamente todos los aspectos de su vida. Sin embargo, por paradójico que pueda parecer, su trabajo no trata sobre él mismo, sino sobre nosotros. En primer lugar, nos pide que elijamos un bando: ¿vamos a ser el voyeur o a empatizar con el sujeto observado? O incluso ¿nos vamos a poner en el lugar del investigador? Cualquiera de esas posiciones revela aspectos incómodos del actual contexto tecnológico y político: el empoderamiento pasivo y frustrante del usuario de internet; el productor de datos que alimenta su propia vigilancia, o las agencias privadas y gubernamentales que rastrean a los ciudadanos sin su consentimiento y que construyen bases de datos tan inmensas que ni siquiera pueden leerlas, al menos con las tecnologías actuales.

“La mejor manera de mantener la privacidad puede que sea renunciar a ella” –dice Elahi– Las agencias de información operan en una industria que da valor a los datos. El acceso restringido a la información es lo que la hace valiosa. Si elimino al intermediario e inundo el mercado con mi información, la inteligencia que el F.B.I. tenga sobre mí no tendrá valor”.

Elahi nos arroja a la cara una ingente cantidad de datos hiper-legibles aunque oscuros. Si uno fuera una agencia gubernamental que recolectara todos sus datos, ¿qué haría con ellos? ¿La inteligencia está relacionada con los datos, o más bien con la comprensión de su contexto? ¿Las agencias de inteligencia y las redes sociales globales recopilan tantos datos que anulan el papel tradicional de los archivos públicos?

Y, de nuevo, la mayoría de nosotros somos usuarios comunes. ¿Qué se supone que tenemos que hacer con nuestros propios datos y con los de nuestros vecinos en red? Los proyectos recientes de Elahi tratan visual y conceptualmente sobre formas completamente nuevas de ver el mundo a través de los datos. Hoy en día la producción social de imágenes funciona por medio de imparables procesos de acumulación y repetición.

Las imágenes cada vez significan menos fuera de su contexto, y la mayoría de las veces ni siquiera significan nada en especial desde el punto de vista tradicional, basado en la mirada humana. Las imágenes se amontonan en grandes pilas y la gente, incluyendo a los antiguos expertos en producir imágenes a los que llamamos artistas, están desarrollando nuevas formas de darles sentido. Aunque, una vez más, ¿qué pasa con una sociedad que ya no tiene necesidad de interpretar y olvidar porque todo está almacenado en algún lugar de Internet? ¿Qué ocurre cuando estas extensiones de memoria enormes se acumulan en una máquina extremadamente precisa y compleja que captura nuestras vidas?

Con la colaboración de