Daniel Keller

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¿Qué tienen en común la numerología esotérica, el suprematismo blanco, Pepe La Rana, Kek, el dios egipcio del caos y, bueno… Donald Trump?

Daniel Keller, artista y escritor nacido en Detroit y afincado en Berlín, decidió averiguarlo zambulléndose en la inquietante mezcla de subculturas de usuario y de teorías de la conspiración que, en algún momento de la pasada campaña presidencial estadounidense, empezó a infectar la maquinaria de propaganda más allá de lo habitual.

Cuanto más rastreaba este extraño fenómeno cultural más se daba cuenta de que había una conexión entre las nuevas y las viejas comunidades de la derecha radical, ciertas subculturas de usuarios en red -entre ellas, algunas con especial predilección por la conspiranoia y el esoterismo caseros, eso sí, pasados por el filtro de lo digital- e, inesperadamente, fuertes dosis de tecnoutopismo futurista. Lo que algunos clasificaban como incitación al odio, misoginia o simples sociopatías, empezó a aparecérsele a Keller bajo una luz completamente diferente.

La rebelión de “machos beta” contra los “normies” –dicho en plata: heterosexuales cultivados, consumidores zombies, víctimas pasivas de la cultura y la propaganda liberal– se estaba fusionando de facto con una visión retorcida del utopismo hig-tech, donde formas superiores de inteligencia acabarían tomando el poder o serían la herramienta perfecta para la persecución paranoide. Según Keller, el individuo soberano –un idealizado trabajador neoliberal del conocimiento, liberado gracias a la tecnología del dominio de la geopolítica, se estaba convirtiendo en un “Individuo En La Diana”, la nueva víctima paranoica y narcisista de la condición social contemporánea.

Todo esto parecía encajar dentro de una difusa, aunque en apariencia muy eficaz máquina de propaganda engrasada por rumores, noticias falsas y collages de corta y pega. Una máquina de propaganda impulsada, en última instancia, por los usuarios mismos, capaz de atravesar los medios online menos convencionales, de saltar rápidamente a las redes sociales y, finalmente, de inocular a los medios de masas.

Keller empezó a investigar y a documentar lo que parecía ser una nueva “guerra cultural” que estaba redefiniendo la vieja idea de contracultura. Hizo caso omiso a quienes le acusaban de dignificar a la alt-right y sus incitaciones al odio, contestándoles que había que sumergirse en este marasmo de comunidades enloquecidas y material potencialmente inquietante para entender semejante terremoto en el seno de la cultura popular.

Por otra parte, Keller estaba proporcionando argumentos convincentes acerca del papel que desempeñan las comunidades en red y el utopismo tecnológico en el contexto de un fenómeno social regresivo. De hecho, los memes, las teorías de la conspiración y las notícias falsas se convirtieron en parte de una guerra de propaganda mucho mayor, de la que también iban a sacar tajada organizaciones como la entonces oscura Cambridge Analytica, una “agencia global de management electoral” que analizaba enormes cantidades de datos para desarrollar un tipo de marketing personalizado aparentemente innovador. La “magia de los memes” se estaba fusionando con el poder de una maquinaria interconectada capaz de influenciar el día a día de las personas.

Lo que realmente está en juego –sugiere Keller– es clave para los usuarios, ciudadanos, artistas por igual: ¿cómo podemos recuperar la acción política y creativa en esta nueva guerra cultural?

El trabajo de Daniel Keller ha sido expuesto en numerosas instituciones, entre ellas The New Museum, New York; el Musée d’Art Moderne de la Ville de Paris; la Kunsthalle Wien, Vienna; el Museum of Modern Art, Warsaw; el Fridericianum, Kassel; la KW, Berlin; y The Zabludowicz Collection, London. Ha impartido conferencias en el Institute of Contemporary Arts, London; DLD Conference, Munich; CODE_n Festival at ZKM, Karlsruhe; Swiss Institute, NYC and Stedelijk Museum, Amsterdam, entre muchos otros.